“Los valores éticos son guías de comportamiento que regulan la conducta de un individuo”. Antes de entrar en materia, es conveniente aclarar el significado de la palabra ética.
La ética es la rama de la filosofía que estudia lo que es moral y realiza un análisis del sistema moral para ser aplicado a nivel individual y social”.
En el terreno de la ética, se considera a los valores como propiedades que pertenecen a los objetos, ya sean abstractos o físicos.
Si el valor ético del objeto es elevado, quiere decir que la acción en cuestión es buena y por lo tanto debería realizarse o vivirse. En cambio, si el valor ético es bajo, se trata de una cuestión negativa que tendría que evitarse.
De la misma manera, no hay que olvidar que los valores éticos incluyen lo que se conoce como conjunto de derechos y deberes que los seres humanos poseemos.
“La responsabilidad viene a ser la facultad que tiene el hombre de reconocer sus fallos y de asumir las consecuencias que eso trae consigo”. De la misma manera, viene a indicar que eso incluye también el proceder a cumplir con las obligaciones que ha contraído.
De acuerdo a lo anterior, “todo trabajo que se realiza, además de servir para ganarse la vida, también tiene que tener una vocación de servicio”. En este punto la ética es fundamental: “No hay verdadera excelencia profesional en alguien carente de virtudes morales”.
Los dos pilares del trabajo son la técnica y la ética. Gracias a la primera, el ser humano domina su profesión u oficio, con la segunda, “alcanza la excelencia”. Con el dominio de la técnica logrará ser exitoso, “pero si no es ético, difícilmente logre ser un profesional respetado y más aún, un ser humano de calidad”.
“Un profesional no siempre posee calidad técnica y humana”. Una persona puede ser experta en su profesión, hábil en una técnica u oficio, o a la hora de hacer negocios, pero si no tiene “valores morales”, difícilmente será un excelente ser humano. “De un trabajador se espera no solo que sea competente, sino también leal, confiable y responsable, que tenga espíritu de servicio y calidad humana”.
Los valores y la ética son muy importantes en el lugar de trabajo, cualquiera que sea la tarea que uno realice, por sencilla que esta sea. La mayoría de los empresarios buscamos un trabajador que tenga las siguientes cualidades: honestidad, responsabilidad, intachable conducta, puntualidad, colaboración, lealtad, discreción, entre otros.
LOS VALORES DESEABLES EN EL LUGAR DE TRABAJO:
Deben estar siempre presentes en nuestras empresas.
Rendir siempre al más alto grado de competencia, dando lo mejor de nosotros.
Tomar la iniciativa de forma responsable, prever los riesgos de nuestras acciones y asumirlos.
Adaptarse a los cambios con dinamismo y pro actividad.
Tomar decisiones una vez se analice la información pertinente y corregirlas cuando sea necesario.
Trabajar en equipo, superando los conceptos tradicionales de trabajo en grupo.
Cultivar la confianza, la amistad, la sinceridad, el respeto, la inteligencia, el análisis de causa, el aprendizaje, la sencillez, el compromiso, el positivismo, el orden, la limpieza, la planeación, las buenas costumbres y hábitos, la capacidad de crear, de innovar, etc.
LAS VIRTUDES HUMANAS.
Son indispensables y apropiadas para vivir y trabajar fructíferamente en la sociedad moderna. Se constituyen en valores sociales.
Las personas debemos ser abiertas, especialmente en cuanto a la información, al conocimiento y a las noticias de problemas previstos o actuales. Compartirlos, comunicarlos, discutirlos, en el mejor interés de la empresa, de la familia y la sociedad.
“Confiar y ser dignos de confianza”.
Respetar siempre a las demás personas; Clientes, proveedores, compañeros y colaboradores de todos los niveles y ante todo “respetarse a sí mismo”.
Responder por nuestros actos, aceptar la responsabilidad que de ellos se deriva. Recompensar y ser recompensados de acuerdo con nuestros méritos y rendimiento.
No buscar provecho propio, por encima y en detrimento del provecho social y de la organización a la cual debemos nuestros esfuerzos.
Debemos siempre tener lealtad y respeto hacia la organización.
Es importante fomentar y promover estos valores en nuestra empresa; pero también, es imprescindible que seamos capaces de extender estas acciones a todos los lugares donde estemos en representación de nuestra organización. Que seamos cuidadosos y capaces para evitar las envidias, discordias, intereses personales, rencores, engaños, conductas manipuladoras, temores egoístas y hasta malevolencias, tan dañinos para el progreso de la familia, sociedad y la empresa y por ende de los proyectos e ideales que la misma representa.
En la actualidad, vivimos en un mundo colmado de violencia, zozobra y enormes diferencias e injusticias sociales que impiden desarrollar debidamente nuestra humanidad, por lo tanto, es el momento en que deben desempeñar un papel relevante los valores universales formados y enraizados en el hombre, que bajo ningún concepto deben ser apartados o ajenos de la cultura social y de la empresa; la confianza, la transparencia, la sinceridad, la sencillez, la modestia, el respeto, la solidaridad y el trabajo en equipo; deben hacer parte de nuestro día a día. Si no lo hacemos así, estos valores universales no trascenderán y el mundo seguirá igual.
En definitiva, hay que desarrollar capacidades, amparadas en métodos y acciones prácticas, que permitan trasmitir todos los valores enunciados no solo a nuestro recurso humano, sino también a nuestros socios, Clientes (internos y externos) y proveedores, quienes llegarán a entenderlos, aun cuando puedan no compartirlos en su totalidad, con la consiguiente influencia positiva en la empresa.
No se debe olvidar jamás y bajo ningún concepto que en cualquier interacción con los socios, los Clientes, los proveedores o cualquier parte interesada en nuestra empresa o proyecto, somos nosotros, las personas, las máximas responsables de trasmitir la imagen de la organización; en consecuencia, el concepto que sobre la misma se tendrá, será en primera y última instancia aquel que sobre nosotros mismos se tenga. (Nosotros somos la imagen de nuestra empresa). De ahí, la importancia de nuestro adecuado comportamiento, en cualquier circunstancia y en todo lo que hagamos.
COMPORTAMIENTOS INDESEABLES EN EL LUGAR DE TRABAJO.
“La administración de una empresa, por caminos diferentes a los descritos provocará ineludiblemente efectos adversos a la creación de la cultura y de los valores deseados”, los cuales denominaremos en adelante valores indeseables; éstos, serán altamente perjudiciales para la organización y naturalmente para las personas que la conforman.
Las consecuencias, también indeseables, perdurarán por mucho tiempo en ambos; la empresa y las personas, provocando resultados igualmente indeseables por un período de tiempo difícil de determinar, lo cual deteriorará sensiblemente la imagen de la empresa, la confianza que se pueda depositar en la misma y los beneficios que puedan derivarse de su gestión.
Entre estos muchos valores indeseables, sólo comentaré brevemente algunos que según mi criterio, están íntimamente relacionados a la capacidad de gestión y dirección de quienes tienen la responsabilidad de conducir los destinos de una empresa.
Sólo nuestros amigos son de confiar. Los empleados tienden a desarrollar estrechos lazos entre sí, pero solo serán lazos personales, basados en intereses momentáneos, ya sean de negocio, personales, financieros. No tendrán nada que ver con el ambiente de trabajo en sí, sólo con la propia protección, en una atmósfera de total desconfianza que genera un clima permanente de incomodidad y recelo. En estas circunstancias, comenzará a crearse una especie de robo de ideas y los ladrones obtendrán promociones por algo que realmente no han hecho, comenzándose a generar entre los empleados un sentimiento de injusticia por parte de la administración, que cierto o no, atentará contra su imagen y contra la confianza que en la misma se deposite.
En consecuencia, no florecerán las nuevas ideas, la actitud de cambio, de innovación, de dar el rendimiento óptimo. Este ambiente motivará que las llamadas virtudes sociales se afecten y modifiquen sensiblemente, generando un clima laboral insano, que nada tienen que ver con los objetivos de la empresa.
Los empleados son un “gasto fijo”, no un activo. La inversión inadecuada o la carencia de actividades de capacitación, entrenamiento y desarrollo, la falta de promoción desde adentro a los cargos de administración. Los empleados se preparan en determinadas materias y posteriormente son ubicados en puestos de trabajo que nada tienen que ver con aquello para lo cual se prepararon. “No seleccionar al mejor preparado, sino a quien responde mejor a ciertos y ajenos intereses predefinidos”, para el desarrollo de determinadas funciones, cargos o responsabilidades, es algo realmente criticable.
En ocasiones, el criterio de selección es tan ajeno a la capacidad, formación, calificación, competencia y hasta experiencia demostrada del seleccionado, que hace pensar en la existencia de cierto manejo, interés, manipulación o discriminación hacia aquéllos que merecían o debieron ser legítimamente seleccionados. Esto resulta, en una de las más criticables formas de convertir una inversión en formación, en un sensible “gasto” de la empresa.
Este trato irrespetuoso es uno de los más devastadores “pecados de la administración”, convirtiendo la inversión de la mejora competitiva, en un gasto, al perder a empleados con preparación pertinente y apropiada para el desarrollo de sus funciones; sustituyéndolos por otros menos preparados. Su impacto se reflejará de inmediato en una disminución de la productividad, de las utilidades, en rendimientos mediocres, desánimo contagioso y en el incumplimiento de los objetivos y metas.
Estas actuaciones administrativas, matan la creatividad, la capacidad de innovación y atentan contra cualquier estrategia empresarial.
“Los empleados tienen que saber que se prestará atención a sus ideas y que si éstas tienen mérito, se trabajará en ellas. Si lo saben es posible movilizar la creatividad individual, en una escala muy amplia y participativa”.
El desacuerdo no es perjudicial. Genera conflictos. No es difícil detectar cuando estamos en presencia de una empresa en la cual el desacuerdo es perjudicial y generador de temores y ambientes laborales negativos. Una cultura empresarial que no suprime el desacuerdo es una cultura condenada a estancarse y a fracasar. La alta dirección debe patrocinar la creación de espacios y canales de comunicación, donde se cultive el dialogo constructivo y el auto análisis; se discutan de la mejor forma las diferencias y se generen acuerdos. La sana convivencia permite el desarrollo adecuado de los individuos, su libre expresión, la innovación y la creación.
Las rivalidades internas son sanas. Este es un supuesto cultural que tiene como base la vieja ética de los antagonismos. Son demasiados sus defectos para garantizar que funcione bajo las concepciones de convivencia y requerimientos empresariales actuales.
El espíritu competitivo que puede generar internamente, lleva a la empresa a fomentar un espíritu de introspección, tan egoísta que puede terminarse desatendiendo totalmente la competencia real de la empresa, (los rivales comerciales). Puede generar una competencia no deseada entre las diferentes áreas; interfiriendo seriamente la comunicación y necesaria coordinación entre éstas. La competencia interna afecta el cumplimiento exitoso de los objetivos de la empresa y la satisfacción de los Clientes.
Ninguna organización puede darse el lujo de desperdiciar los recursos disponibles, aceptando y propiciando rivalidades internas; que lo único que hacen es generar chismes, intrigas, comentarios mal intencionados y en fin; toda una serie de situaciones incómodas que no permiten trabajar, ni concentrarse en las actividades fundamentales.
El rendimiento excelente no es el mejor valor. Se percibe la existencia de este valor altamente negativo, cuando los empleados comienzan a crearse la idea de que lo importante no es lo que se realiza, sino dar la impresión de que se está muy ocupado. Este sentimiento se genera al apreciar que “lo que más se valora es la cantidad de trabajo, no la calidad del mismo”.
Cuando en una empresa el rendimiento excelente no se constituye en el mejor valor, se comienza a correr el riesgo de la creación de un “culto a la mediocridad”.
La atención al Cliente es incidental. Esta situación es desde el punto de vista estratégico, la que más puede conducir a la ruina de una empresa, especialmente si el sentimiento se genera desde la etapa inicial, en la cual se busca afanosamente un posicionamiento en el mercado. “Las organizaciones en la actualidad, fundamentan la gestión en la satisfacción de sus Clientes; desarrollan sus actividades con un enfoque centrado en el Cliente, principal razón de su existencia y a través de los cuales, podrán generar sus beneficios y utilidades”. Es bueno recordar la sentencia de que “sin clientes no hay empresa”.
“Yo Predico y no aplico”. La tendencia a “pedir a otros que hagan lo que nosotros mismos no somos capaces de hacer”, marca pautas muy negativas que se reflejan en todas las actividades de la empresa, creando un clima de dobles actuaciones o como se le tiende a llamar más exactamente, de doble moral, muy pernicioso para la organización. En este sentido es importante destacar que “lo que no cumplan los jefes, jamás será cumplido por los subordinados”.
Debemos tener siempre presente el “criterio de coherencia con las acciones”; Si hay políticas escritas y están de acuerdo con los hechos, las políticas implementadas y también la organización ganan en credibilidad.
La manipulación y el engaño, a veces son necesarios. El engaño y la mentira nunca son buenos; generan relaciones ajenas al trato honesto, transparente, limpio, desinteresado, franco y de amistad, lo cual repercute negativamente en los desempeños normales de las partes. Lo anterior se fundamenta como elemento indispensable para lograr relaciones personales y laborales sanas, en beneficio de la empresa.
Normalmente cuando se generan conflictos por manipulación y engaño, una de las partes abandona la empresa, en un intento por buscar condiciones más favorables para el desarrollo personal y profesional. No son pocos los casos en que quienes así actúan tienden a ser personas honestas, preparadas profesionalmente, capaces, sensibles, sinceras, con gran autoestima y respeto hacia sí mismos y hacia quienes los rodean; generando una gran pérdida para la empresa.
En otras ocasiones, estas personas convencidas de que las instituciones y sus objetivos están por encima de esos hombres y de que los buenos valores están llamados a perdurar, aceptan el reto planteado por el manipulador y concentran su atención en la mejor manera de ayudar a la organización y la sociedad; claro, en medio de situaciones hostiles, incómodas, particularmente difíciles y hasta insostenibles. Sin duda, en ambos casos, quien únicamente pierde de nuevo es la empresa.
La manipulación es uno de los valores negativos más nocivos dentro de una empresa, pues desencadena de manera natural sentimientos de rechazo, recelo, desconfianza, intranquilidad, desánimo, inseguridad, rivalidades, contradicciones, conflictos, que repercuten en el desempeño laboral del individuo; en su capacidad para abordar las tareas y cumplir los objetivos, en su rendimiento laboral y en las relaciones interpersonales.
“Los manipuladores no atentan y agreden sólo a los valores de trabajo, sino que mellan y destruyen los valores sociales positivos por los cuales deberá luchar incansablemente la sociedad; que basa su actuación, además de lo ya mencionado, en el trato respetuoso al individuo, a su identidad, a sus méritos personales, a cultivar el trabajo como una actividad tan significativa para el ser humano como el amor y la amistad. Actividad a través de la cual, el individuo expresa su impulso innato de competencia, su creatividad, siente que se comunica con un mundo más grande que él mismo y que perdurará incluso después de su muerte”.
EL VERDADERO LÍDER.
Los líderes tienen que combatir a diario la mediocridad, para lo cual deben actuar siempre de acuerdo a los valores que ellos mismos expresan tan a menudo. Deben ser predicadores a través de su propio ejemplo y sobre la base de sus propias actuaciones.
“El líder tiene que dar libertad, tiene que confiar en sus colaboradores”.
El líder está obligado a entrenar, capacitar y preparar a sus colaboradores, a su equipo; porque cuando llega la hora, el equipo es el que sale al terreno a tomar las decisiones para lograr la meta y los objetivos previstos para y por la organización. El líder tiene que saber aceptar los errores, pues éstos siempre pueden estar presentes en las decisiones humanas.
El líder tiene que darles a los empleados las herramientas que necesitan para que éstos puedan desarrollar exitosamente sus funciones.
El líder debe eliminar todos los obstáculos que puedan entorpecer el rendimiento de su equipo, incluyendo uno de los más peligrosos, la burocracia. Tiene que excitar la imaginación, la creatividad, el sentido innovador, las ideas y los sueños; cultivar que todos los miembros del equipo no intenten sólo mejorar sus propias funciones, sino también, aquellas que se encuentran a uno y otro lado de las suyas, aquéllas de las cuales son proveedores o Clientes (gestión por procesos).
El líder debe valorar y reconocer la diversidad, el desarrollo y el trabajo en equipo. A la larga, “la preparación, formación, capacitación, sentido de pertenencia y lealtad de los recursos humanos de los cuales disponga una organización será su principal ventaja competitiva”.
El líder tiene que comprender que al igual que todos los procesos, el de capacitación, calificación y formación de los recursos humanos, exige una educación constante en valores, como una vía de suma importancia para alcanzar la cultura empresarial que se ha propuesto y en tal sentido, comprender que la educación tiene que realizarse en todos los niveles de la empresa, pero de manera muy especial, al nivel gerencial para que pueda lograr su meta y cumplir sus objetivos.
OBSTÁCULOS PARA LA MEJORA ORGANIZACIONAL.
Para finalizar el artículo enumero a continuación, algunos de los obstáculos que se presentan con más frecuencia en la actividad cotidiana de las empresas y que de acuerdo a mí criterio y experiencia, afectan la mejora integral de las organizaciones.
La pasividad y falta de visión de los altos ejecutivos y gerentes, que no aprecian el alcance de los conceptos explicados y la necesidad de cambiar sus métodos y estilo de administración, trae como consecuencia que éstos sólo se fijen en el monto de las inversiones requeridas y el tiempo de implantación de tales ideas y conceptos.
Individuos egocéntricos que no permiten cambios; ni mejoras, que en su concepto están fuera de sus ideas. Trasmiten este erróneo sentimiento a todo el personal de la empresa y actúan en consecuencia con sus colaboradores.
Los que piensan que la mejor manera de hacer algo y la más fácil es aquella que ellos conocen y siempre han aplicado; o sea, sólo confían en su propia experiencia, negando de este modo las leyes del desarrollo y de la evolución dialéctica del conocimiento.
Personas que no son capaces de trabajar en Equipo y sólo desean destacarse, pensando siempre en sí mismas; no unen, separan; no son facilitadores, sino dificultadores; no despejan el camino para el logro de los objetivos, sino lo obstaculizan; en síntesis, para ellos no existe el concepto de equipo, aunque lo expresen a viva voz.
Personas negativas que aparentemente colaboran con las actividades y proyectos, pero que en realidad con su actitud; solo generan desánimo, celos, envidia, desconfianza en los resultados, impaciencia, en el intento de cumplir con determinadas metas, porque están convencidos de que éstas no resultan apropiadas.
Personas que siguen viviendo en el pasado, con los conocimientos técnicos inherentes sólo a la actividad profesional específica para la cual se formaron y en la cual han desarrollado sus actividades laborales principales. Olvidan o no conocen, definitivamente, que lo único que es constante en la vida es el cambio y que el conocimiento está en constante ascenso y desarrollo.
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